Destruyendo el patrimonio: Trump derriba parte de la Casa Blanca

El derribo del ala Este de la Casa Blanca, ordenado recientemente por Donald Trump, ha desatado una tormenta política y patrimonial. El ala, construida en 1942, albergaba las oficinas de las Primeras Damas y parte de los recorridos históricos del edificio más simbólico de Estados Unidos. Hoy, sus escombros dan paso a un gigantesco salón de baile de 8.400 m², costeado —según el propio Trump— con dinero privado.

La demolición se ha iniciado sin una revisión completa de las autoridades de conservación, y ha encendido las alarmas de arquitectos, historiadores y organismos patrimoniales que denuncian una actuación precipitada, poco transparente y contraria a las normas básicas de preservación histórica.


⚒️ Una demolición que avanza más rápido que la ley

Vista aérea de las obras en la Casa Blanca, el 23 de octubre.

Las imágenes publicadas por Reuters y AP News muestran maquinaria pesada trabajando mientras la National Capital Planning Commission (NCPC) aún “recibía los planos” para revisión.

Trump justifica el derribo como parte de una “modernización necesaria”, y asegura que los costes “no recaerán en los contribuyentes”. Sin embargo, esta narrativa choca frontalmente con la National Historic Preservation Act (NHPA) de 1966, que exige que toda intervención sobre bienes históricos federales sea evaluada antes de ejecutarse.

La Casa Blanca argumenta que goza de exenciones legales por su condición de residencia presidencial. Pero, según la National Trust for Historic Preservation, esto no la exime de cumplir con las revisiones públicas y técnicas que garantizan la protección del patrimonio nacional.

“No se trata solo de un edificio; se trata de la memoria institucional del país”, advertía esta semana un portavoz del Trust.


🕰️ Lo que se pierde cuando se borra una pared

El ala Este no era una simple extensión. Allí trabajaron Eleanor Roosevelt, Jacqueline Kennedy o Michelle Obama, y en sus pasillos se planearon décadas de diplomacia y vida cultural.

Derribarla no solo borra una estructura física, sino una trama simbólica. Cada ladrillo contaba la historia de cómo las Primeras Damas dieron forma a la política social estadounidense. En su lugar, se levantará un salón privado, ajeno al acceso público y al uso histórico que la pieza original tenía.

La operación también rompe el equilibrio arquitectónico de la Casa Blanca. El nuevo volumen —más grande que el edificio principal— amenaza con alterar la silueta icónica del complejo, algo que muchos expertos consideran “una distorsión estética y simbólica” del emblema presidencial.


⚖️ Entre la norma y el capricho

El trasfondo normativo es tan complejo como polémico. Según la National Historic Preservation Act, cualquier intervención debe pasar por un proceso de Section 106 Review, que evalúa impacto y alternativas. No obstante, fuentes de Politico confirman que el proceso no se completó antes del inicio de las obras.

Representación del nuevo Salón de Baile de la Casa Blanca.
McCRERY ARCHITECTS PLLC

Trump ha defendido el proyecto afirmando que “la Casa Blanca no está sujeta a esa burocracia” y que “se trata de un espacio para recibir a líderes mundiales con la grandeza que merece América”.
Sin embargo, juristas y conservadores del patrimonio coinciden: la exención no debería equivaler a impunidad. La demolición de una parte patrimonial de este nivel debería haberse sometido, al menos, a revisión pública y técnica antes de iniciarse.


💬 Patrimonio no es propiedad

Esta decisión refleja una idea peligrosa: la de tratar los bienes patrimoniales como si fueran posesiones privadas del poder político de turno. La Casa Blanca no es la casa de un presidente; es un símbolo de todos los ciudadanos.

Cuando se toman decisiones unilaterales sobre estructuras históricas, se vulnera el principio básico de la conservación: la gestión colectiva del pasado común. Lo que hoy se derriba sin debate, mañana se olvida sin memoria.

Dos vistas satelitales que muestran el Ala Este de la Casa Blanca antes (arriba) y después de la demolición (abajo) en Washington D.C.
2025 Planet Labs PBC via Reuters

🧭 Reflexión final: un espejo para el resto del mundo

Este episodio debería servir de aviso global. En un contexto en el que el patrimonio se enfrenta a presiones económicas, turísticas y políticas, la demolición del ala Este demuestra cómo incluso los lugares más protegidos pueden sucumbir al ego o la urgencia.

El equilibrio entre renovación y conservación no es imposible, pero requiere transparencia, participación y respeto por el valor simbólico de lo que se hereda. En este caso, la balanza ha caído del lado del espectáculo.


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