Si la primera parte de la adaptación cinematográfica de Wicked fue el estallido de color rosa y verde que necesitábamos, esta segunda entrega, ‘For Good‘, llega para cerrar el círculo. Jon M. Chu nos devuelve a Oz, pero ya no es ese lugar de descubrimientos universitarios y bailes. Ahora estamos en territorio de guerra, de propaganda y, sobre todo, de consecuencias.

Ariana y Cynthia: Nacidas para esto
Empecemos por lo indiscutible, porque es justo reconocerlo antes de entrar en materia. Lo de Ariana Grande (Glinda) y Cynthia Erivo (Elphaba) trasciende la actuación; es alquimia pura. Si en la primera película nos enamoraron, en esta segunda parte confirman que estaban predestinadas para encarnar a estas brujas.
Erivo navega la transformación de Elphaba hacia la «Malvada Bruja del Oeste» con una dignidad desgarradora, mientras que Grande dota a Glinda de una madurez dolorosa, demostrando que detrás de la varita y la burbuja hay una estratega con el corazón roto. La química entre ambas sostiene la película y justifica cada minuto en pantalla.
Más allá del espectáculo: Una radiografía del poder
Pero no nos dejemos cegar por el deslumbrante diseño de producción. Wicked es, en el fondo, una bestia política disfrazada de cuento de hadas. La película no teme meter el dedo en la llaga y, respetando el espíritu del musical original, utiliza su atractivo envoltorio visual para colarnos un debate muy serio sobre la construcción del populismo.
La cinta profundiza en problemáticas sociales que resuenan inquietantemente en nuestra actualidad. Vemos cómo la verdad es arcilla en manos del poder: El Mago no es un gran hechicero, es un político experto en relaciones públicas que necesita un enemigo común para unificar a las masas.
Aquí es donde la película brilla intelectualmente. Explora cómo se construyen las narrativas políticas, cómo se fabrica un «villano» (Elphaba) para tapar las carencias del sistema y cómo se erige a un «héroe» (Glinda) como símbolo vacío pero necesario. Es una crítica mordaz sobre la manipulación mediática y el miedo al «otro», demostrando que la historia de Oz es rica en conflictos éticos y sociopolíticos, mucho más madura de lo que aparenta a simple vista.

Conectando con el clásico (y sus sombras musicales)
A nivel argumental, esta riqueza temática sirve para tejer los hilos que conectan directamente con El Mago de Oz. Esos giros de guion —que los fans conocen y los neófitos amarán— son efectistas y necesarios, dando origen a figuras míticas como el Hombre de Hojalata o el Espantapájaros de una forma orgánica.
Sin embargo, hay que decirlo con claridad: musicalmente, esta segunda parte queda ensombrecida por su predecesora. Es un problema heredado de la estructura teatral, pero en cine se nota más. A falta de un Defying Gravity, la banda sonora se vuelve más funcional, sirviendo al drama político más que al espectáculo pop. Aunque For Good es una balada poderosa, el resto de números no tienen esa energía explosiva. La música acompaña, pero cede el protagonismo al peso del conflicto y la trama. Y las nuevas incorporaciones musicales, no mejoran este aspecto.
En resumen, Wicked: For Good es un cierre digno que sacrifica el «hit» musical fácil para ofrecernos una historia compleja sobre el precio del poder y la verdad.


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