España tiene millones de lugares escondidos que la llenan de magia y diversidad en cuanto a paisajes y formas de vida dentro de un mismo país. Esta vez me ha tocado descubrir una de las comunidades autónomas en fase de recuperación más en auge en cuanto al turismo durante los últimos tres años, superando en un 12,8% sus cifras en comparación con el año pasado. Cantabria, una zona llena de naturaleza y cultura que se desarrolla a lo largo de todo el mar Cantábrico y que está muy influenciada por la manera de vivir en la costa.
Viajar en coche por aquellas carreteras enrevesadas mientras ves pasar las casas tan rústicas pero a la vez cuidadas. Notar la brisa de aquel aire fresco y limpio. Descubrir la gastronomía típica de la zona, como son las quesadas, o ver la forma tan ágil de escanciar la sidra, hacen que te transportes a un lugar que ni siquiera reconoces como tu propio país.
Lugares significativos como la cueva de El Soplao, que existe desde hace millones de años que no fue descubierta por unos mineros hasta el siglo XIX. El imponente teleférico que sube hasta una de las partes más altas de los Picos de Europa y que permite disfrutar de las impresionantes vistas y la maravillosa puesta de sol. El famoso Parque Natural de Cabárceno donde descubres que el mundo es mucho más grande de lo que pensamos, siendo nosotros del tamaño de unas hormigas, o los lugares más llamativos de la capital, Santander, hacen que valores todo lo que la comunidad cántabra tiene por ofrecer a los foráneos y turistas.
Muchas veces tendemos a fijarnos en destinos típicos que están sobre explotados por el turismo y no nos paramos a pensar en descubrir otros lugares con el mismo o, incluso mayor encanto. Cantabria es un destino para todos aquellos que busquen la tranquilidad, la armonía de desconectar de su rutina, de la sociedad masificada y del estrés. Cantabria es uno de esos lugares olvidados que guardan una magia que te envuelve en cuanto comienzas a descubrir sus más escondidas entrañas.
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